Después de haber alucinado con la carretera que venía desde Odda, llegamos encantados a descubrir qué ver en Stavanger.
Nuestro hotelito, el Skansen Hotel, estaba muy cerquita del puerto, a unos minutos del centro y justo pegado a un parking público. En Stavanger era un poco más sencillo aparcar que en Bergen, pero aún así no encontramos nada en la calle y por 200 NOK (sobre 20 euros) máximo las 24h lo dejamos allí. El personal del hotel fue muy amable, de hecho fueron ellos los que nos hablaron del parking al ver que habíamos dejado mal estacionado el coche. Buena ubicación, buen precio, personal agradable, habitación limpia y cómoda…Y unos tapones para cada uno en las mesillas «¿Cuál era la trampa?», pensamos. Pues no la descubrimos porque no los usamos y dormimos perfectamente, todo en calma y silencio. Tal vez solo fuera otra parte de la cortesía noruega. 🙂
QUÉ VER EN STAVANGER. UN DÍA EN LA CIUDAD DE LA MADERA BLANCA.
Stavanger fue de las ciudades que más nos gustó. Pasamos allí medio día e hicimos noche para realizar al día siguiente la ruta de Preikestolen o el Púlpito.
Lo primero que nos llamó la atención, fueron de nuevo los graffiti en las calles. Nos recordaban a alguno de Banksy. El street art está presente en todas las ciudades que visitamos en el país, pero en Stavanger la huella era más notoria.
Cómo estábamos al lado del puerto, comenzamos por ahí a descubrir la ciudad y descubrir qué ver en Stavanger. Imponentes trasatlánticos se encontraban anclados en las aguas del cuarto núcleo más poblado de Noruega.
En esa zona estaban también montando escenarios y haciendo preparativos para un festival que tenía lugar un día después de que nos marcháramos (¡por los pelos!).Está repleta de terrazas,restaurantes y otros locales para comer.
Desde una placita situada en su extremo, que utilizan como lugar para establecer puestos de mercado, sube una escalinata que lleva directamente a la catedral.
La Catedral de Stavanger fue erigida en el siglo XIII, durante la fundación de la ciudad.
A esta iglesia sí que pudimos entrar y nos fascinó por diferente: el techo de madera, las vidrieras con motivos de árboles y flores y un órgano espectacular en la parte trasera como suele ser habitual.
Continuando el recorrido bordeando la catedral y hacia la zona posterior, está el lago Breiavatnet, rodeado por un pequeño parque.
En una especie de palco que ofrece una buena vista de todo él, se amontonaban migas y trozos de pan por lo que montones de palomas se agolpaban y volvían locas picoteando en el suelo. Rodeamos el lago con gusto disfrutando del paisaje, orillas y fuentes. Aquí, a diferencia de Odda o Bergen ya se empezaban a ver edificios mucho más altos.
De vuelta en el puerto, decidimos perdernos por la otra orilla y callejear por la zona residencial (¡y qué acierto!).
Esta zona que puede parecer apartada o pasar desapercibida es de las más bonitas que verás en Stavanger. Es la que inspiró el título de este post . Son manzanas y manzanas en las que se agolpan casitas preciosas. Viviendas de madera blanca, en perfecta armonía y equilibrio se suceden es un entramado de cuestecitas, rectas y calles que serpentean por este lado del puerto. Sus dueños, más que de vuelta del interés que suscitan, tienen las ventanas que dan a la calle delicadamente decoradas: clasicas cortinillas, velas, lamparitas, flores…Y cuando las luces comienzan a encenderse, la magia se multiplica.
Toda la ciudad emana limpieza. A la salida o entrada de la zona residencial hay varias tiendas de recuerdos y ropa de abrigo en cuya entrada tienes al ser mitológico noruego por excelencia: el Troll.
La leyenda de las huldras que descubrimos en Flam no es la única. Hay otra que cuenta que las montañas, bosques y lagos de Noruega sirven de morada a estos seres que solo te atacarán si rompes su paz cruzándote en su camino.
Miramos nuestro mapita y decidimos que era hora de curiosear un poco por la zona del hotel. En las calles de aquí predominaban las cafeterías, tiendas de ropa, también locales de comida…
Y caminando, llegamos a la Torre Valberg . Esta torre construida en 1850 como lugar de observación, es en la actualidad el Museo de la Guardia.
Justo enfrente vimos una atractiva terraza llena de bombillas de colores y decidimos entrar a descansar y a tomar algo. ¡Era una pasada!
El local iba mucho más allá de la terracita delantera y su interior con aspecto de pub irlandés revestido de madera. Podías acceder a otra terraza trasera. Esta tenía alrededor bancos también de madera llenos de cojines y lámparas estufa en la parte de arriba.
Además, una escalera que te llevaba a otra terraza llena de mesas y sillas con abundante decoración de flores y plantas. Por si fueran pocas estancias, desde la terraza superior podías acceder a una nueva sala interior en la que predominaban muebles antiguos y dónde podías hacerte con las mantas y cojines que quisieras.
Había una sombrilla con enchufe que interpretamos sería una estufa (gigante). Parece que el frío no es un impedimento para disfrutar de estos lujos al aire libre. Y…Los mojitos también ayudan, no nos vamos a engañar. 😉
Antes de volver al hotel, como estaba buena noche, compramos unas fajitas y las cenamos en un banquito cercano al puerto.
Había sido un día muy aprovechado y tocaba descansar para hacernos la mañana siguiente la ruta de Preikestolen y volar después a Oslo. ¡Qué buen sabor de boca nos dejó Stavanger!
También puedes recorrer la ciudad usando su bus turístico o incluso contratar un tour privado con guía en español.
Si te ha gustado este post sobre qué ver en Stavanger y vas a seguir conociendo Noruega, te dejo más información en estos enlaces sobre las increíbles rutas de Trolltunga o Preikestolen (El Púlpito), sobre Bergen, la capital Oslo, el viaje en el tren panorámico de Flam-Myrdal (considerado de los más bonitos del mundo), el sorprendente pueblecito de Odda y el lujo paisajístico de la carretera que une Odda con Stavanger.