Después de pasar al lado de Yoli casi sin respirar para salvar el pellejo aquella mañana…jaja. En realidad no recuerdo cómo se despertó aquel día, ni si conseguimos café pronto o no, pero sí recuerdo que fue el día en que por fin conocimos Plitvice.
El Parque Nacional de los Lagos Plitvice, está muy cerca de la frontera con Bosnia. Sus 33000 hectáreas son Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, aunque el espacio reservado al turismo comprende 800. Ese día había mucha mucha gente, e hicimos bastante cola para comprar las entradas, pero después la visita fue bastante fluida. Dentro del parque puedes moverte en bus, en barco y por supuesto a pie (hay hasta 8 rutas de senderismo en este paraíso azul).
No sé si os pasa, pero a mí adentrarme en estos espacios de absoluta naturaleza, de una belleza tan tan brutal, aparte de hacerme feliz el corazón, hace que me reubique en este mundo nuestro en el que nos creemos el centro y los amos de todo. La naturaleza es nuestro hogar, la que nos da la vida; la mejora si sabemos acercarnos a ella de la forma correcta, y, suena fuerte, pero nos la terminará quitando si no la respetamos. Es tan potente…y muchas veces menospreciamos su poder.
Adentrarte en Plitvice es adentrarte en la vida, y casi en un sueño. Navegarás por un lago azul espectacular, caminarás siguiendo senderos, riachuelos, descubriendo cuevas misteriosas y contemplando espectaculares cascadas, el cielo reflejado en zonas de aguas mansas, patos, peces…
De camino al coche en el bus que nos llevaba de vuelta al parking, Yoli nos hizo unas fotos con uno de esos filtros que le encantan,(esos que hacen que no te reconozcas ni tú). Este además era especial: te pintaba, algo bastante novedoso por aquel entonces.
Terminé esa visita teniendo muy claro que era una de las más bonitas que había realizado hasta la fecha. Si vais a Croacia, los lagos es algo que no os podéis perder bajo ningún concepto.❤️
Cuando parecía que el día iba a terminar solo con esta imagen maravillosa grabada a fuego en nuestras mentes y retinas, apareció Darío para añadir emoción al asunto.
Esa noche cambiamos de alojamiento y de Zadar decidimos irnos a Sibenik. Allí nos quedamos en un apartamento muy chulo y económico (como la mayoría de los que encontramos en Croacia, que el más caro creo que fueron 17 euros por persona la noche). Este apartamento era un poco como una casita, ya que tenía porche con una mesa en la que nos esperaba un bizcocho, una jarra de zumo y una enorme bandeja de uvas (¡todo un detalle!)
Ahí conocimos a Darío, el dueño. Al principio nos gustó que se sentara a charlar con nosotras un rato, que nos aconsejara algunas cosas que visitar en Sibenik…pero a ver, llegábamos cansadas de pasar todo el día caminando y cuando las horas (literal) empezaron a pasar, solo queríamos que se fuera. Pues hasta que vinieron sus hijos a buscarlo, (ya no recuerdo si para cenar o para acostarlos), no hubo manera.
Darío en todo ese tiempo había hasta organizado parte del día siguiente: quería llevarnos de visita y a comer no sé a donde e incluso se permitió reservarnos su casa una noche más. Que no se me malinterprete, estoy segura de que lo hacía encantado y pensando que nos gustaría su dedicación pero, ni tanto ni tampoco, ¿no? Nuestra idea para esa jornada era visitar el Parque Nacional de Krka con sus cascadas, pero finalmente preferimos hacer otra cosa, y tras ver Sibenik por la mañana, pusimos rumbo a Split. A Darío el cambio de planes no le gustó mucho, pero menos le gustó que lo puntuáramos en Booking con un 7 en cuanto a trato. De hecho, le gustó tan poco que nos escribió para preguntar el porqué. ¡No olvidaremos a este hombre jamás!✌️
Cuando los hijos de Darío consiguieron meterlo en casa, fuimos a cenar a un rinconcito de Sibenik. Tuvimos una velada tranquila y un pequeño aperitivo de lo que veríamos al día siguiente en otra de las famosas localizaciones en el país, de Juego de Tronos.