Nuestro primer amanecer en Croacia fue…peculiar. Una de mis amigas avisó al resto de que ella por la mañana, aparte de no ser nada sin su café, necesitaba un tiempo para despertar en condiciones. A ver, siendo sinceros, tal y como lo dijo, el resto no abrimos la boca hasta que lo hizo ella por miedo a ser devoradas como mínimo. Pero al final, es más dulce de lo que ella piensa. De todos modos, no habría mañana en ese road trip que no le diéramos su silencioso margen para aplacar a su pequeño demonio mañanero, por si acaso.
La riada de la noche anterior daba paso a un día oscuro y también lluvioso, por lo que nuestro plan inicial de visitar los lagos Plitvice, tuvo que ser sustituido por otro alternativo trazado sobre la marcha. Así condujimos de Zadar a las cuevas de Barac. La entrada a estas cuevas está situada en un pequeño bosque y el paisaje no podía ser más otoñal: lluvia, hojas secas cubriendo el suelo, pasarelas de madera y árboles altísimos que recordaban a algún bosque típico de Estados Unidos.
Después de comprar la entrada, nos enfundamos también en un chubasquero, un gorro de papel y un casco, (todo arte), y comenzamos una visita que nos resultó súper interesante.
En estas cuevas vimos estalactitas, estalagmitas, columnas, murciélagos, desniveles y agujeros de mucha altura…y la inmersión fue total cuando durante un minuto, permanecimos en total silencio y oscuridad. ¿Te imaginas estar en una cueva así, solo, sin reloj y sin ningún tipo de luz? Puedes vagar desorientada por ella, sin saber si es de día, de noche, cuántas jornadas han pasado…y con el riesgo de tener una caída en uno de esos desniveles. Hacían mucho hincapié en el riesgo de ir en solitario a un sitio así; a pesar de ser una aventura muy atractiva, también lo es peligrosa.
Bea llevaba una guía en que la hablaban de un pueblecito precioso que convertimos en nuestra siguiente parada: Rastoke. Uso muchas veces la expresión «un pueblo de cuento», pero realmente lo es. En Rastoke hay más cascadas que viviendas. Caminar entre sus cuidadas casas y sus riachuelos por todas partes es un placer.
Estuvimos un ratito recorriendo este centro tan especial, curioseando unos porches tan limpios como llenos de flores y finalmente decidimos terminar el día en Petrcane.
Este pueblecito costero tenía un puerto con un montón de embarcaciones, sencillas, pero en las que no nos hubiera importado navegar un ratito bajo un sol que por fin salía para despedir el día. Paseamos por él con calma, pegadas a la costa y ¿os habéis fijado en la foto de portada? Sentadas en un banco viendo el sol caer, nos pareció que podía ser un buen recuerdo una foto hecha de espaldas con ese paisajazo. Así que cuando pasó alguien se lo pedimos. Entre el idioma, lo extraña que le debía de parecer al bueno del hombre que nos atendió nuestra petición y que no se entendía muy bien con el móvil, conseguimos un vídeo, muchas fotos con dedos por el medio y finalmente esa maravilla.
Al final de ese día sacamos en limpio que la frase «al mal tiempo buena cara«, como todo dicho popular, está cargada de razón. ¿Que llueve y tus planes iniciales se ven truncados? Siempre hay un plan B, un plan C y un plan D si quieres, todo depende de ti, y lo que a priori puede frustrarte, si consigues dejarlo de lado, abrir tu mente y mantener viva tu ilusión, puede llevarte a lugares tan increíbles como estos.❤
Esa noche dormimos de nuevo en Zadar, al día siguiente por fin pudimos conocer los lagos Plitvice con un sol radiante y …a Darío. ¡En nada te lo presento!