CRÓNICAS CROATAS I: De la elección de destino, a escuchar «ballenas» en Zadar
Si hay un viaje con amigas que ha marcado nuestra vida, y digo la nuestra porque me atrevo a afirmar (casi sin miedo a errar), que todas pensamos igual, ha sido nuestra ruta por Croacia.
Ese año le dimos vueltas a Islandia (quienes me leéis ya sabéis que lleva años resistiéndosenos), a alguna playa caribeña o isleña nacional…hasta que finalmente Croacia resonó con fuerza y fue nuestra elección, ¡y bendita elección!
Una tarde del 2017, mis amigas Bea, Yoli y yo aterrizábamos en Barcelona para vivir la experiencia de nuestra primera noche de aeropuerto. Ya os adelanto que muy cómoda precisamente no fue. Entre asientos con reposabrazos que no te permitían tumbarte ocupando varios, duros suelos usando las maletas como almohadas y una cena de máquina expendedora (ya que poco más encontramos que nos sirviera algo de comer…) ya fraguamos el primer lío del viaje.
Aterrizamos la mañana siguiente en Zadarhechas una penita: cansadas y yo…con gastroenteritis (por favor universo- destino viajero, ¡llevo 3! Ibiza,Zadary Mykonos ya han visto la parte menos glamurosa (y asquerosa) de mí). Pero cuando la compañía es buena y la ilusión fuerte, más fuertes somos nosotras y nuestras ganas de disfrutar de la experiencia.
Zadar es una ciudad preciosa de la costa Dálmata y fue la primera parada de nuestro viaje por el país. La ciudad nace de un origen ilirio hace más de 3000 años, y arrastra un tumultuoso pasado que hoy hace que aquí se concentren monumentos góticos, renacentistas, barrocos, restos romanos…
En Zadar nos quedamos en un apartamento muy chulo en el centro. Después de un desayunito en una terraza, de cambiar moneda y de hacer algo de tiempo hasta poder irnos a él, llegamos y nos echamos una buena siesta. ¿Sabéis que en ese viaje, que fue el primero juntas, instauramos una costumbre que nos acompañaría hasta día de hoy?: un día, un helado; así de simple (y de goloso). Aún hoy muchas de nuestras reuniones tienen lugar entorno a esas tarrinas pecaminosas.
En Croacia hay heladerías por todas partes y no recuerdo haber probado uno malo. Esa tarde, sentadas en una terraza cubierta en pleno centro, descubrimos que puede llover a maaaaares. Vimos literalmente una riada, bueno, tal vez un poco menos agresiva, pero que dejó una noche limpia, fresca y cargada de calma (y una filtración con caída de una lámpara en el apartamento…).
Yoli fue a descansar, mientras Bea y yo decidimos dar un paseo bajo las luces de la noche de Zadar, (y sobre las luces del Saludo al Sol). Pegada a la costa de Zadar está esta atracción sensacional: un gran círculo de 22 metros de diámetro, que se recarga con luz solar para durante la noche iluminarse y danzar al son de las olas cercanas. También danzamos nosotras, grabando vídeos con música de Guetta como si en una discoteca estuviéramos.
Es en esa zona de la ciudad en la que encontramos también el Órgano Marino. En unos escalones situados sobre ese sistema en el que el agua de mar entra produciendo su particular «música«, (me gustó mucho, no es por desmerecerlo, pero esa música se asemeja a un sonido de ballena), se agolpa el gentío, caminando con calma a orillas de este mar. Ya era de noche cuando llegamos, pero dicen que aquí se puede ver uno de los atardeceres más impresionantes del Adriático.
Sentada en esa escalinata todavía húmeda, con una agradable, brisa, las lucecitas tintineando en la costa y una gustosa paz, disfrutaba sin saber que acababa de comenzar uno de los viajes que con más cariño guardaría en mi corazón.❤️